Episodio 25
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Novela
Hermana, en esta vida yo soy la reina.
Episodio 25: El drama.
— “¡Espera un
momento!"
La voz de Lucrecia
detuvo los pasos de Ariadne mientras intentaba subir al tercer piso. La voz de
la madrastra era particularmente suave.
— “Ariadne, es un
verdadero honor tener el sello de Su Majestad la Reina grabado en todas tus
joyas. Pero ¿hay algo más que eso?"
La voz de Lucrecia a
Ariadne era inusualmente suave, como la pelusa de un polluelo.
— “Las cosas buenas se
comparten, pero si no puedes darles a tus familiares las baratijas, ¿Qué
sentido tiene? ¿Qué tal si invitas a tu familia a una comida para conmemorar el
honorable premio monetario que recibiste?"
Si el objetivo de
Isabella eran las joyas, el objetivo de Lucrecia era el dinero en efectivo.
— “Si le das a esta
madre las monedas de oro que recibiste de Su Majestad la Reina, mataré una vaca
entera y te la traeré esta noche."
— “¡Guau! ¡Qué
emocionante!"
Arabella comenzó a
correr en círculos por el pasillo del primer piso. Normalmente Lucrecia le
habría gritado a Arabella por estar loca, pero ella la ignoró y, en cambio,
mostró paciencia y presionó a Ariadne.
— “Y dame esa bolsa de
monedas de oro. ¿Para qué gastaría una jovencita tanto dinero? Esta Madre la
guardará y te la dará cuando la necesites."
— “Esta bien."
— “Vamos."
Lucrecia dio un paso
más cerca.
Ariadne puso su mano en
su pecho.
La mirada expectante de
Lucrecia esperaba ansiosamente la mano de Ariadne. Pero lo que sostenía en su
mano no era la pesada bolsa de monedas de oro que Lucrecia esperaba, sino un
trozo de papel.
Ariadne le entregó un
fino trozo de pergamino a Lucrecia.
— “¿Qué es esto?"
Era un papel de
pergamino liso y curtido, decorado con una lámina de plata. Dentro estaba
escrito: Recibo cincuenta ducados de oro.
— “De parte del hogar
de Rambouillet, reina Margarita.”
¿Quieres decir que me
darás cincuenta ducados más tarde? Ariadne respondió con indiferencia a
Lucrecia, que miraba fijamente el escrito y pasaba el papel de un lado a otro
para ver si había algo más.
— “Cincuenta ducados de
oro fueron donados al hogar de Rambouillet, dirigida por Su Majestad la Reina,
en nombre de la segunda hija de la familia De Mare."
— “¡¿Qué?!"
— “Éste es el recibo
entregado por Su Majestad la Reina como prueba."
Lucrecia, que estaba
entusiasmada por llenar los agujeros en el libro de cuentas de la casa con los
50 ducados traería Ariadne, arrugó el recibo de la reina con emoción.
— “¿Por qué demonios
donarías algo tan valioso? ¿Estás loca o no?”
Lucrecia le gritó a
Ariadne y la maldijo.
— “¿No sabes cómo
ahorrar porque alimentas y vistes bien a tus hijos en casa? ¿Cómo es posible
que ni siquiera le muestres un poco de sinceridad a tu familia y simplemente
les dones todo ese dinero?”
Ariadne inclinó la
cabeza, pero no mantuvo la boca cerrada como antes. El derecho a hablar fue
obtenido gracias al incidente del Apóstol de Acereto y al sacrificio del rey y
la reina.
— “El papel de un niño
en una familia es pulir y glorificar el nombre de la familia. Su Majestad la
Reina también elogió la nobleza obligada de la familia De Mare, que no olvida a
los pobres."
— “¡¿Tú?! ¿Me estás
respondiendo con los ojos bien abiertos?"
Fue entonces cuando la
puerta principal se abrió y entró el cardenal De Mare. Después de llevar a
Ariadne al palacio y hacer algunos recados sencillos, regresó rápidamente a
casa.
— “¡Sabía que te
comportarías así! ¡Por eso vine con tanta prisa!"
El cardenal de Mare
agitó la manga y ahuyentó a Lucrecia como a un mosquito.
— “¡No intentes de
arrebatarle el dinero a la niña y quítale las manos de encima!"
El cardenal añadió, con
voz cada vez más irritada.
— “¿Sabes cuántos ojos
vigilan nuestra casa ahora mismo? El gobierno del Cardenal especulando que mata
de hambre a la segunda hija, la encierra y lo manda criar con las criadas. ¡Se
habla mucho! No seas codiciosa por un poco de dinero ni te pongas en ridícula
como la última vez. ¡Solo compórtate!"
El cardenal continuó
quejándose.
— “Incluso de camino a
casa desde el palacio, un carruaje me seguía... ¡No puedo vivir en paz!"
El cardenal se quitó la
túnica exterior, se la entregó al mayordomo que lo seguía y habló con Ariadne.
— “Recibiste el ‘Corazón
del Mar Azul’, ¿verdad? bien, déjame verlo.”
Abrió la tapa del
joyero de ébano titulado el ‘Corazón del Mar Azul’ que estaba sobre la mesa en
el centro del pasillo. Un deslumbrante collar de zafiro azul marino se colocó
en el centro del hermoso forro de terciopelo rojo.
— “¡Vaya!"
El cardenal de Mare no
sacó la joya, sino que la guardó en la caja y la miró como si estuviera
absorto.
— “¡Este es el ‘Corazón
del Mar Azul’!"
Toda la familia se
reunió alrededor de la mesa central en el vestíbulo para ver el ‘Corazón del
Mar Azul’. Era del tamaño de dos pulgares y medio de un hombre adulto pegados
entre sí.
Era un tamaño
absurdamente grande para una joya. Debido a su enorme tamaño, tenía una
sensación de volumen y el brillo se reflejaba explosivamente desde lo más
profundo.
— “¡Es realmente
misterioso!"
Arabella gritó. El
cardenal de Mare asintió en respuesta a esas palabras.
— “Existe una leyenda
que dice que el ‘Corazón del Mar Azul’ no fue encontrado en una mina, sino que
fue extraído del mar por un delfín."
— “Nuestro escudo
familiar también es un delfín, ¿verdad?”
— “Sí, Isabella. ¿No
crees que la joya por fin ha llegado a su destino?”
Isabella miró a Ariadne
y sonrió significativamente.
— “¡Es una reliquia
familiar perfecta! Combina a la perfección.”
El cardenal de Mare no
se molestó en detener a Isabella, sino que cerró la tapa de la caja de ébano
que contenía el ‘Corazón del Mar Azul’ y habló con Ariadne.
— “Ariadne, tu collar
no tiene caja fuerte aparte, así que creo que puedo guardarlo en la caja fuerte
del estudio. ¿Qué te parece?”
— “Padre, eso
es..."
Ariadne tiró
nerviosamente del dobladillo de su vestido. Dijiste que lo enviarías pronto,
¿por qué no ha llegado todavía?
— "¡Su Eminencia,
el Cardenal!"
La puerta principal se
abrió con un crujido y un sirviente dio la noticia con ojos muy abiertos y
sorprendidos.
— "Ha llegado un
invitado."
El que seguía al
sirviente era el oficial de la reina, que había crecido con un velo
dorado.
Se trataba del carruaje
que el cardenal de Mare había deseado que no lo siguieran. No lo estaban
siguiendo. Si no que era el mismo destino.
— “¡Transmito la orden
de Su Majestad la Reina Margarita!"
El oficial de la reina,
que había sacado el decreto imperial, hizo una reverencia y recitó su contenido
ante el Cardenal De Mare y el resto de la familia arrodillada.
— “¡Hoy, la segunda
hija de la familia De Mare ha recibido un generoso obsequio de Su Majestad el
Rey! Para facilitar su almacenamiento, se le ha entregado una caja fuerte por
orden de la Reina. Se instalará en la residencia de la segunda hija.”
El funcionario se
acercó al cardenal De Mare y le entregó un contrato.
— “¡Puede firmar aquí!
Este es el contrato de instalación con el custodio. El coste ha sido pagado
íntegramente por Su Majestad la Reina.”
El cardenal terminó
firmando el contrato sin darse cuenta.
Cuatro trabajadores,
cada uno de ellos cargando una caja fuerte tan grande como una estantería y que
llegaba hasta la cintura del gerente, subieron con dificultad el umbral de la
puerta principal.
— "Su Eminencia,
¿Dónde deberíamos instalarlo?"
Ariadne respondió.
— “Mi habitación está
en el ático del tercer piso..."
La expresión del
cardenal de Mare se distorsionó. Como ya circulaban rumores de que la segunda
hija estaba siendo maltratada, a los funcionarios de la reina no se les podía
mostrar que la habitación de la segunda hija estaba en el ático, en la esquina
del tercer piso.
Si no lo sabes, había
demasiados cuartos de servicio en el camino a esa habitación.
— “¡No! ¡No! ¡Es la
habitación más al oeste del segundo piso!"
Esta vez fue el turno
de Lucrecia de sorprenderse.
— “¡Cariño! ¿Esa
habitación no es la de Hipólito?"
— “¡Ten cuidado con tus
títulos!"
Ante los gritos del
cardenal de Mare, Lucrecia agachó la cabeza entre los hombros como una
tortuga.
El cardenal de Mare,
aunque quizá fuera un hombre susceptible, al menos no era de los que levantaban
la voz en público, pero esta vez parecía genuinamente enojado.
— “¡No se puede poner
una cerradura en la habitación de una chica! ¡Al menos deberías tener un
estudio para poner una caja fuerte!"
Se acercó a Lucrecia y
le susurró enojado al oído.
— “¡Si hubieras
manejado las cosas bien desde el principio, esto no habría sucedido! Respetaba
las tareas del hogar como tuyas y te las confiaba, pero ¿este es el
resultado?"
— “Su
excelencia..."
— “Ya te he dado varias
oportunidades. Pero no te has corregido en absoluto, ¡y ahora intentas
avergonzarme delante de la gente! ¡Tomaré medidas, así que lo sabes!"
En medio del caos de
las peleas de la pareja y de los obreros que instalaban la caja fuerte, Ariadne
cogió el recibo de la Reina que Lucrecia había arrugado y tirado, lo aplanó y
lo guardó de nuevo en su seno.
Después de sostener
firmemente el joyero del ‘Corazón del Mar Azul’, dejé que Sancha, que había
bajado del piso de arriba, llevara el joyero de la Reina, y todos los
preparativos estaban listos.
— “Subamos rápido y
vayamos a la nueva habitación. ¡Qué bien!”
****
— “Su Majestad, por
favor, escríbame un recibo por la donación de cincuenta ducados al hogar de
Rambouillet. Lo retiraré más tarde cuando lo necesite. Si lo llevo a casa, ya
no será mío. El primer uso del dinero será para comprar una caja fuerte para mi
uso personal e instalarla en mi habitación. Su Majestad, por favor, deme una
orden para que la instalen."
La petición que Ariadne
presentó a la reina Margarita fue la siguiente: Se habló de utilizar al hogar
de Rambouillet como banco.
Fue una petición que
pudo hacer porque confió en la Reina. Dudo por un momento si era necesario
instalar una caja fuerte.
No sólo escucho que
costaba 15 ducados, sino que también pensó que podría ser una carga menor si le
dejaba el ‘Corazón del Mar Azul’ al Cardenal de Mare.
La idea era que, si el
Cardenal De Mare tenía el control total del objeto, alguien que estuviera
detrás del ‘Corazón del Mar Azul’ apuntaría o contactaría directamente al
Cardenal, en vez de Ariadne.
Pero como decidió
cambiar de estrategia. Aunque el ‘Corazón del Mar Azul’ estuviera en la caja
fuerte del Cardenal de Mare, en las últimas instancias era un objeto que León
III le había dado personalmente a Ariadne.
Nominalmente el objeto
es de ella, estaría completamente difícil separarse del objeto.
Si el cardenal de Mare
hubiera tenido el ‘Corazón del Mar Azul’ a pesar de ser un gran hombre que
fácilmente podría haber jugado una mala pasada incluyendo Al ‘Corazón del Mar
Azu’ en alguna futura lista de dotes cuando negociará algún matrimonio con
Ariadne, podría omitir el objeto en de la lista de dotes cuando el objeto
realmente le pertenece a Ariadne.
No se preocuparía en
absoluto por Ariadne, que se iría con las manos vacías y seria sometida a todo
tipo de persecuciones.
De niña, sentía
resentimiento y celos hacia Isabella, a quien creía que su padre amaba
realmente.
Y creo que también
tenía un poco de complejo de inferioridad. Pero ahora no fue así. Porque el
cardenal de Mare sabía muy bien que, si realmente se tratara de intereses
vitales, incluso Isabella sería arrojada a la basura como una espada.
Como ya lo tenía en sus
manos, iba a aprovecharlo muy bien. Fue de gran partido, a pesar de ser difícil
y complicado.
En comparación de su
vida anterior, el viento estaba cambiando.
Y esa noche, Ariadne
recibió una carta del palacio. Era un artículo que el encargado del palacio
había traído personalmente el oficial de la corte real.
— “Si era algo enviado
desde el palacio, ¿por qué no me lo pasó durante el día?”
Las dudas de Ariadne
quedaron respondidas cuando desató el paquete y abrió la caja que había
dentro.
Era una gran horquilla
de oro en forma de flor hecha con una docena de turmalinas de color rosa
intenso de talla marquesa que pesaban alrededor de tres quilates. El grabado
mostraba que se trataba de un artículo vendido en una joyería de alta gama a
orillas del río Tíber.
La fuente de las
mercancías era el palacio del príncipe.


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